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Problemas más habituales en los pies

Las estadísticas muestran que en torno a un 90% de las personas mayores de 65 años padecen problemas en los pies. Las mujeres suelen desarrollar hasta cuatro veces más patologías que los hombres porque son más dadas a utilizar zapatos incómodos y con algo de tacón.

Las dolencias más comunes son ampollas, callos, rozaduras… que, pese a no ser graves, molestan e impiden caminar con normalidad. Conforme pasan los años se padecen otros problemas como juanetes, talones agrietados, dolores en los metatarsos, fascitis plantar, artrosis…, que limitan la marcha en etapas de la vida en las que es especialmente importante continuar activos, incluso aunque haya que permanecer en casa.

Ampollas

Es la más común de las dolencias en los pies hoy en día. Las ampollas son una acumulación de líquido que se produce por la fricción que la piel hace contra el calzado de una manera repetitiva y es un mecanismo de defensa de la piel ante el rozamiento continuado de una parte del pie con el calzado o entre los dedos.

Lo más importante es no reventarlas ya que se pueden infectar. Hay que lavarlas con jabón y aclarar con agua tibia. Luego se debe secar y aplicar el antiséptico recomendado en la farmacia y taparla con una gasa que no se pegue y esparadrapo que transpire, mejor el de papel que el de plástico. También existen una serie de remedios caseros que se pueden aplicar con cuidado sobre las ampollas sin reventarlas como el ajo —antiséptico natural—, aloe vera —ayuda a la cicatrización— o la crema de caléndula.

La mejor manera de prevenirlas es tener la piel hidratada con cremas específicas para los pies, usar calcetines y calzado correcto.

Callos

Los callos y callosidades aparecen a cualquier edad pero son más graves en las personas mayores porque sanan más lentamente. Al igual que las ampollas también son engrosamientos de la piel por la fricción o presión continua del calzado, pero éstos no contienen líquido en su interior y son más gruesos, también pueden producirse por resequedad en la piel o por una lesión que no se curó correctamente. Resultan muy molestos e incluso peligrosos, porque pueden hacer que el apoyo al andar se haga forzado y eso perjudique las articulaciones del tobillo, la rodilla, la cadera y que se ponga en riesgo el equilibrio.

Para evitar los callos, lo mejor es prevenirlos con un calzado adecuado, como unas zapatillas de deporte que se ajusten a la forma del pie. Si ya se han producido, hay que proteger la zona con parches adhesivos hasta la recuperación. También hay unos remedios caseros que se pueden aplicar en el hogar: el bicarbonato de sodio o la aspirina —actúan como exfoliantes naturales—, el aceite de oliva o el limón, que basta con echar un poco en el callo y masajear con suavidad o incluso el aceite de ricino que se puede aplicar después de raspar ligeramente el callo on una piedra pómez.

No es conveniente utilizar sustancias callicidas. Su funcionamiento es mediante agentes químicos y su aplicación produce quemaduras en la piel, destruye la epidermis y la dermis. No es selectivo, por lo que puede llegar incluso a afectar parte de la piel sana que lo rodea, pasando al tejido graso y, en estados más graves, al hueso. Esta dolencia —callos— suele ser más común en las mujeres que en los hombres.

Juanetes

También afectan más a las mujeres que a los hombres y aunque suelen tener causa hereditaria, el segundo factor de riesgo para padecerlos es el uso de zapatos de tacón alto y punta estrecha. Su progresión suele ser lenta, por lo que es importante no agravarla con un calzado inadecuado. El desvío del dedo gordo no es un problema meramente estético, sino que puede afectar a los otros dedos y a la estructura del pie, causar un gran dolor y requerir, incluso, una intervención quirúrgica.

Para evitarlo, se recomienda el uso de zapatos y zapatillas que no opriman en la parte delantera ni tengan excesivo tacón. En la farmacia existen almohadillas y separadores de dedos que alivian las molestias.

Las uñas cambian con la edad

Con los años, las uñas crecen más lentamente y se vuelven duras y engrosadas. Es posible que aparezcan líneas longitudinales y que cambie su color y transparencia. Sin embargo, estas alteraciones también pueden deberse a infecciones por hongos, un déficit nutricional, traumatismos, etc. Si persisten, debe consultarse con el médico o el podólogo. En el caso de los hongos, habrá que armarse de paciencia hasta lograr su eliminación mediante un producto fungicida.

Hay que cortar las uñas de los pies siempre en línea recta, para evitar que puedan encarnarse. Las personas mayores pueden tener dificultad para hacerlo, bien por su dureza, bien por problemas de movilidad, por lo que es aconsejable que pidan ayuda a algún familiar siempre y cuando puedan asegurarse las debidas medidas de protección o acudir a un podólogo, pero llevarlas cortas es importante para que el calzado no haga daño.

Papilomas

No hay que confundirlos con los callos. Se trata de una especie de verrugas producidas por el virus del papiloma humano. Producen dolor y es necesario eliminarlas poco a poco mediante ácidos, láser o cirugía. Siempre hay que recurrir al médico.

Para prevenir los papilomas no hay que caminar descalzo por lugares húmedos o poco higiénicos, sobre todo si en los pies existen grietas o lesiones.

Talones agrietados

Hay que prevenir la sequedad no solo por motivos de estética sino también porque la piel es una importante barrera para evitar la entrada de gérmenes. Para mantener los talones hidratados se recomienda no abusar de los zapatos o zapatillas abiertos en el talón. Como primera cura, se puede aplicar una crema de pies o aceite de rosa mosqueta en los talones, envolver la zona con film de cocina, poner encima unos calcetines y dejar actuar toda la noche. Y repetir dos o tres veces. A diario, habrá que ocuparse de hidratar bien la piel.

Fascitis plantar

Es una dolencia muy común y molesta. Consiste en una inflamación de la fascia plantar, un tejido elástico que va desde el talón hasta debajo de los dedos, lo que provoca un dolor agudo en la zona interna del talón, sobre todo al principio de iniciar la marcha, cuando, digamos, estamos fríos. Se da más en deportistas y en mujeres que utilizan habitualmente zapatos de tacón, lo que conlleva un acortamiento de la musculatura posterior de la pierna.

Para evitarlo, conviene hacer ejercicios y si se usa tacón, ir disminuyendo su altura no de golpe, sino poco a poco. Cuando el dolor es fuerte y continuado, el especialista puede prescribir antiinflamatorios o tratamiento fisioterapéutico.

Picores

A veces se produce un picor intenso en el empeine, los tobillos, los talones… que provoca una necesidad de rascarse constantemente. Esto puede deberse a la sequedad de la piel, con lo cual bastaría con aplicar cremas hidratantes y mantenerse también hidratados por dentro bebiendo el agua suficiente. Pero el picor también puede tener otras causas, como infecciones por hongos, problemas vasculares o alergias, entre otros.

Es necesario usar una crema hipoalergénica, evitar rascarse y utilizar un calzado que no oprima. Si los picores no cesan con estas medidas, se debe consultar al médico.

Hinchazón de pies

Puede deberse a distintos factores, algunos leves y transitorios —como permanecer mucho tiempo sentados o de pie— y otros más importantes —como alteraciones circulatorias, insuficiencia renal u obesidad—. También puede estar causado por los efectos secundarios de algunos medicamentos. Hay que comunicarlo al médico.

En general, para aliviar la hinchazón conviene cambiar de postura. No hay que estar mucho tiempo sentado ni de pie. Se deben evitar los calcetines, medias o pantalones apretados. Y hacer ejercicios y elevar los pies por encima de la altura del corazón durante unos 15-20 minutos.

Calambres inesperados

En cualquier momento —ya sea durante la actividad o en el reposo— puede aparecer una contracción que produce un dolor intenso y de corta duración. Los calambres no suelen tener importancia, aunque si se producen con mucha frecuencia, conviene consultar a un especialista, porque pueden advertir de alguna patología circulatoria o nerviosa, diabetes o incluso insuficiencia renal…

Lo habitual es que se deban a un cuadro de deshidratación y bajada de algunos minerales, por llevar un calzado estrecho o ejercer una mala pisada o por falta de ejercicio. Conviene elegir bien el calzado, incluido el de estar por casa.

El cuidado personal

Más del 50% de las dolencias de los pies están provocadas por llevar un calzado inadecuado. Así que, lo más importante es elegirlo de acuerdo con la horma del pie. Debe transpirar, sujetar y ser cómodo. Las personas que utilizan zapatillas más parecidas al calzado deportivo —flexibles, transpirables, ligeras, con sujeción en el empeine (las hay sin cordones para mayor comodidad) y un buen agarre en la suela que evite tropiezos o caídas— tienen mejor salud en los pies.

Y en líneas generales es bueno incorporar estas prácticas:

  • Lavar los pies al menos una vez al día.
  • Utilizar la clásica piedra pómez para mantener la piel en buen estado, especialmente en los talones.
  • Realizar duchas de contraste con agua fría y caliente para activar la circulación.
  • Aplicar cremas hidratantes, exceptuando el espacio entre los dedos.
  • Cuando no sea posible andar, masajear los pies periódicamente y practicar ejercicios en casa.
  • Limitar el uso de tacones a ocasiones especiales en las que no haya que caminar.
  • Al final del día, colocar los pies en alto, por encima del nivel del corazón, para mejorar la circulación.
  • Llevar una dieta baja en sal para reducir la retención de líquidos y la hinchazón de pies y tobillos.
  • Usar medias de compresión si el médico lo aconseja en caso de problemas circulatorios.
  • Mantener el peso adecuado.

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