por Miguel Torres
Ya son varios días, no importa cuántos, y el período de cuarentena nos obliga a permanecer en casa “confinados”. El confinamiento es cruel para nosotros porque implica encierro, obligación de no salir de nuestro domicilio. Las redes sociales, la televisión, la prensa, todos los medios al unísono repiten el eslogan que nos exhorta a vivir nuestra situación actual: #quédate en casa. Y una vez en casa, ¿hacia dónde me dirijo?
Las personas vivimos nuestra vida en constante movimiento, de casa al trabajo, del trabajo a clase, de clase al supermercado, del supermercado al cine o a la cafetería con amigos/as. No podemos entender nuestra vida sin movimiento, y es por eso que esta parálisis impuesta en nuestro modo de vida nos atraviesa profundamente y nos muestra la única alternativa posible: vivir el presente.
Y el presente son estas cuatro paredes que rodean nuestra completa existencia en estas semanas en las que aún permaneceremos en aislamiento. También es cierto que, gracias a internet y a nuestros amados smartphones, el aislamiento es físico pero no social; sin embargo, la imposibilidad de “salir a refrescarnos”, de pasear por la calle ociosamente, sin ningún fin ni objetivo, nos impide renovar nuestros pensamientos, olvidar los problemas inherentes a la convivencia, escapar del azote de las tareas inconclusas.
Ya en la antigua Grecia, los primeros filósofos (filosofía como amor a la sabiduría), conocían la importancia de pasear y moverse libremente por el espacio como forma de alumbrar nuevas ideas, de hallar soluciones a problemas hasta hacía poco irresolubles, y es precisamente eso lo que ahora podemos echar en falta, esa chispa, esa confianza que nos provee el movimiento en los espacios abiertos. Pero, es quizá una oportunidad privilegiada para aprender a movernos de otra manera, hacia el interior, para empezar proyectos que la inercia cotidiana nos impide realizar, para leer, para dedicar tiempo a aquellas personas que tenemos cerca y que sin embargo no tenemos en cuenta.
Es el momento de vivir el presente, de no dejarnos llevar por el miedo al futuro, ni anclarnos al pasado, pues en la situación actual, lo único cierto es que no podemos hacer nada ante la más que probable recesión económica que se avecina, ni podemos lamentarnos de las decisiones que hayamos tomado en el pasado.
Este impasse en el que estamos inmersos actualmente, si bien es cierto que nos viene impuesto por la situación de pandemia a la que nadie escapa en el mundo, nos puede permitir reflexionar y conocer al pariente cercano de Cronos (el tiempo lineal que medimos), Kairós (el momento adecuado), el tiempo en el que la voluntad se acompaña de la acción, la hora en la que descubrimos que las excusas y los obstáculos son meras sombras en las que nos escudamos para no afrontar la cuestión más importante de nuestra vida: el sentido que le damos. •
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