Una de las más atractivas propuestas en cualquier momento del año, una de las más relajantes y, a la vez, más enriquecedoras es un crucero fluvial, una fórmula en auge en España que reúne lo mejor de un viaje organizado con la libertad de elegir en cada momento lo que uno quiere hacer. A bordo de un barco se encuentra todo aquello que uno busca en sus vacaciones: descanso y actividad, soledad y compañía, gastronomía y sobriedad. Todo está allí y es uno mismo quien elige lo que quiere en cada momento.
Las propuestas de la compañía CroisiEurope, líder mundial en este tipo de cruceros, con una flota de 54 barcos, incluyen los recorridos más interesantes al tiempo que se disfruta de la mejor gastronomía, vinos y copas durante todo el recorrido sin pago extra y de una atención cordial y personalizada en español.
Un crucero fluvial es un medio cómodo y despreocupado de conocer otros países, otras formas de vivir. El hecho de recorrer Europa admirando ricas culturas, que se fueron originando al calor de las cuencas de sus ríos, es una experiencia tan atractiva como inolvidable. A bordo todo son facilidades, por lo que se trata de unas verdaderas vacaciones deleitándose con el paisaje, charlando con los amigos y descansando.
Aunque esta compañía que en 2018 ha transportado más de 202.000 pasajeros, ofrece ahora también cruceros en Africa Austral, Vietnam y Camboya, Birmania, China, Chile y Rusia, los cruceros más atractivos son los que discurren por los grandes ríos europeos: el Danubio, el Sena, el Volga, el Duero, el Guadalquivir, el Rin…
Éste último reúne casi todo: grandes ciudades, fortalezas medievales, suntuosas residencias, tranquilas abadías, palacios barrocos, campos cubiertos de vides… Todo ello se agolpa en las orillas del Rin, tal vez el más romántico río europeo que atraviesa varios países y que se descubre en todo su esplendor a bordo de un crucero fluvial.
La belleza del Rin, llamado afectuosamente Vater (padre) por los lugareños, ha atrapado desde siempre a todo tipo de artistas. William Turner pintó sus matices, Richard Wagner lo enalteció en su ópera Crepúsculo de los dioses, Beethoven y Gutenberg nacieron en sus orillas y Heine, Goethe, Byron y Mark Twain le dedicaron apasionados textos, poemas y afirmaciones inolvidables. Pero tal vez la más bella vino del francés Víctor Hugo: Toda la historia de Europa fluye por su curso de guerreros y pensadores.
Comienzo o final en Ámsterdam o Estrasburgo
Una de las ventajas del crucero fluvial que se propone es que comienza o termina en Ámsterdam o Estrasburgo, dos de las ciudades más bellas de Europa, lo que permite ampliar si se quiere el viaje en cualquiera de estas grandes ciudades (o en las dos), que tienen frecuentes y económicas conexiones aéreas con España.
En cualquier de las opciones, se tienen dos días a disposición en Ámsterdam, alojado en el propio barco. Se puede visitar esta famosa capital holandesa del siglo XVII por su cuenta o en una excursión guiada, disfrutar de edificios históricos, hermosos museos y un ambiente jovial.
Entre las opciones se puede hacer una excursión en barco por los canales y observar las casas barco, pasear por el patio interior Begijnhof, por las plazas o a través del Barrio Rojo. No hay que olvidarse de una visita a alguna de las factorías de diamantes, para descubrir como el carbono se convierte en diamante después del trabajo de los especialistas que tallan estas piedras.
Quienes organicen bien su tiempo libre, pueden hacer una excursión a dos de los pueblos más bellos de Holanda: Volendam y Zaanse Schans. El primero es un antiguo pueblo pesquero a orillas del IJsselmeer que se conserva como en el siglo XVII, incluyendo los trajes típicos de sus gentes, y que además cuenta con eventos deportivos, música y, por supuesto.
La principal característica del pueblo es la infinidad de casitas que rodean el pequeño puerto pesquero. Hay que perderse por las callejuelas y disfrutar del animado ambiente del pueblo. Pasear por el dique y el centro histórico, observando sus curiosas iglesias.
El Zaanse Schans es una de las principales atracciones turísticas de Holanda. Es un barrio residencial y lugar de trabajo único que cuenta con museos, molinos, tiendas, oficios de antaño, restaurantes, una oficina de información y un servicio de excursiones en barco. Este parque es una reproducción fiel de la vida en la comarca del Zaan durante los siglos XVII y XVIII.
Paseando entre las tradicionales casas de madera, los almacenes y los molinos de viento del Zaanse Schans, se tiene la sensación de retroceder a una época lejana. En el pasado, existieron más de mil molinos a las orillas del río Zaan, seis de los cuales se pueden admirar actualmente.
En primavera no hay que perderse una excursión a Keukenhof, que se la calificado como el más bello jardín del mundo. En el siglo XV, el dominio actual del Keukenhof era un terreno de cultivo de hierbas aromáticas para las cocinas del castillo de Jacqueline de Baviera, de ahí el nombre de Keukenhof (jardín para cocina).
Entre finales de marzo y mayo se puede disfrutar de la floración de más de 7 millones de preciosos tulipanes holandeses y todas las otras flores por las que Holanda es famosa: jacintos, narcisos, orquídeas, rosas, claveles, lirios, azucenas y muchas otras flores. Un espectáculo de colores y perfumes.
El río más romántico
El viaje que propone CroisiEurope permite descubrir además los encantos de otras bellas localidades holandesas, como Nimega y el Museo Kröller Muller, que exhibe la segunda mayor colección de obras de Van Gogh, también las ciudades alemanas de Krefeld, Colonia, donde admirar su gran Catedral construida a lo largo de más de cinco siglos con sus magníficas vidrieras, y que guarda las reliquias de los Reyes Magos en un bello sarcófago de oro y piedras preciosas, Koenigswinter, Rüdesheim, Mannheim y preciosa Heidelberg, romántica e idílica, cosmopolita y dinámica, mítica y moderna.
Heidelberg reúne en armonía todos estos elementos que forman su encanto inigualable. No hay que perderse la visita a su magnífico castillo parcialmente en ruinas y las terrazas geométricas del jardín del Palatinado, el Hortus Palatinus, que fueron consideradas como la octava maravilla del mundo, para terminar en la francesa Estrasburgo donde visitar el casco antiguo y la zona de la Petite France, el barrio más famoso de Estrasburgo, con sus canales, sus típicas casas con entramados de madera y sus callejuelas estrechas. Después de la derrota francesa de 1870, Alemania proyectó convertir a Estrasburgo en la capital del Reich de Alsacia-Lorena. El barrio también conocido como nueva ciudad define un nuevo urbanismo con amplias vías de circulación, edificios administrativos y culturales de gran presencia.
Pero el crucero por el Rin resulta espectacular sobre todo por los castillos y fortalezas que se descubren al paso, por las iglesias y palacios que se asoman a sus orillas, por los bosques o los viñedos que beben de sus aguas. Todo el viaje es bonito, pero el tramo del Rin entre Coblenza y Maguncia, que recorre el valle más legendario de Alemania es impresionante.
Estos escasos 80 kilómetros en el corazón del antiguo Sacro Imperio Germánico discurren entre meandros y desfiladeros, culminados por una treintena de castillos y punteados por pueblitos tradicionales rodeados de viñas escalonadas que enamoraron a los románticos de cualquier nacionalidad.
Hadas maléficas y vinos divinos
Más allá del gran meandro de Boppard, las ciudades medievales de Sankt Goar y Sankt Goarshausen sumen al viajero en la fascinante leyenda de Loreley. En esta parte, el río apenas tiene 150 metros de ancho, pero la fuerza de la corriente es tal, que causaba frecuentes naufragios. Una sirena o «hada del Rin» llamada Loreley, reclinada sobre una peña, atraía con sus cánticos a los navegantes hasta hacerlos naufragar contra sombrías rocas a la vera de los viñedos. Loreley es hoy una escultura junto a la que pasan los cruceros que recorren el Rin. Ya no ejerce su influencia, la propia mujer se tiró del acantilado para remediar la fatalidad de su encanto.
A partir de aquí, el viaje por el Rin encadena pueblos monumentales como Bacharach y Lorch, y fortalezas inolvidables como el castillo de Gutenfels. Este último, asentado junto a la localidad de Kaub, antaño estuvo conectado con la fortaleza de Pfalzgrafenstein, erigida en el siglo XIV sobre el islote de Falkenau. Una de las últimas etapas es Rüdesheim, capital de la región de Rheingau y famosa comarca vitivinícola.
Hay que pasear por su calle Drosselgasse, repleta de tabernas con jardines que sirven los vinos blancos y tintos de la zona. El contrapunto cultural a tanta animación es el Museo del Vino (Weinmuseum), que ocupa el castillo de Brömserburg, construido en el XII por el arzobispado de Maguncia y remodelado en el XIX. •
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